Cuando la geopolítica se tensa, los inversores suelen correr hacia lo conocido: oro, francos suizos, bonos del Tesoro estadounidense. Es un reflejo casi instintivo. Pero he pasado años estudiando los movimientos de capital durante las crisis, y lo que más me fascina son los refugios que operan fuera del foco principal. Son instrumentos que no suelen aparecer en los titulares, pero que históricamente han demostrado una resiliencia notable cuando el mundo parece desmoronarse.
No se trata de buscar ganancias espectaculares. El objetivo aquí es la preservación. Es sobre mantener el poder adquisitivo cuando las monedas se debilitan y las bolsas se hunden. Hoy quiero hablar de cinco de estos activos no convencionales, basándome en el análisis de su comportamiento en momentos clave como la anexión de Crimea, la pandemia o las recientes tensiones en el Mar de China Meridional.
Empecemos con un concepto que parece contraintuitivo: la deuda soberana de países neutrales. Todos conocemos el rol de Suiza, pero hay otros. Me refiero a naciones como Singapur o incluso Chile, que mantienen políticas exteriores estrictamente neutrales y finanzas públicas impecables. Durante la invasión de Ucrania, mientras los bonos europeos sufrían, la deuda a largo plazo de Singapur mostró una apreciación silenciosa pero constante.
El mecanismo es sencillo. El capital global busca estabilidad jurídica y política por encima de todo. No es solo sobre tener unas finanzas sólidas, sino sobre estar fuera de la línea de fuego de cualquier conflicto potencial. Para el inversor minorista, el acceso es más fácil de lo que se cree a través de ETFs especializados en deuda soberana de mercados emergentes de alta calidad. La asignación recomendada ronda el 5-10% de una cartera defensiva.
El segundo activo son los metales industriales con aplicaciones críticas. El oro acapara toda la atención, pero el cobalto, el litio o el níquel son la base de la economía moderna. Son esenciales para todo, desde las baterías hasta la defensa. Su valor no se deriva solo de la especulación, sino de una demanda estructural insustituible.
Durante los momentos de mayor tensión en el Estrecho de Taiwán, el precio del níquel, crucial para la producción de acero inoxidable y baterías, mostró una volatilidad al alza mucho menor que la de otros commodities. La razón es simple: su cadena de suministro es tan crítica que incluso en una crisis, la demanda de stock físico se mantiene. Invertir en futuros de estos metales o en empresas mineras diversificadas con exposición directa puede ser una cobertura poderosa.
Llegamos al tercer punto, uno de los más polémicos: las criptomonedas con reservas totalmente verificables. El bitcoin y el ether suelen ser los más mencionados, pero su correlación con los activos de riesgo los ha hecho tambalear en crisis recientes. Donde veo un verdadero potencial de refugio es en las stablecoins respaldadas por reservas diversificadas y auditadas regularmente.
No hablo de cualquier stablecoin. Me refiero a aquellas cuya reserva incluye letras del Tesoro estadounidense a corto plazo, oro físico e incluso otros activos refugio. Durante el pico de incertidumbre por la guerra en Ucrania, el volumen de trading de estas monedas versus el rublo y la grivna se disparó. Se convirtieron en un vehículo de preservación de capital para quienes no podían acceder a dólares o euros. Para el inversor, implica una due diligence rigurosa, buscando proyectos con transparencia radical en sus reservas.
Mi cuarta propuesta son los fondos de infraestructura en regiones geopolíticamente estables. Pensemos en Canadá, Australia o los países nórdicos. Estas economías no solo son estables; poseen activos físicos críticos—redes eléctricas, puertos, carreteras de peaje—que generan flujos de caja predecibles y están protegidos contra la inflación.
La clave aquí es la naturaleza esencial de estos activos. Una carretera o una planta de tratamiento de agua se seguirá usando independientemente de lo que ocurra en los mercados globales. Durante la crisis de deuda europea, los fondos cotizados de infraestructura global con fuerte exposición a estas regiones superaron consistentemente al índice MSCI World. Son accesibles para cualquier inversor a través de ETFs y fondos mutuos especializados.
Por último, consideremos los contratos de futuros en commodities esenciales beyond the usual suspects. Todo el mundo mira el petróleo o el trigo. Pocos prestan atención al gas natural licuado (GNL) o a los fertilizantes. Estos son los pilares de la civilización moderna: energía y comida.
La ventaja de los futuros es que permiten tomar posición en el precio físico de una commodity sin tener que almacenarla. Durante la interrupción del suministro de gas ruso a Europa, los futuros de GNL mostraron una apreciación que no solo compensaba la inflación, sino que ofrecía una prima de riesgo geopolítico. Es un mercado más complejo, apto para inversores con mayor tolerancia al riesgo, pero con un potencial de cobertura muy significativo.
Monitorear estas oportunidades requiere atención a señales específicas. No se trata de seguir los titulares, sino de observar flujos de capital, primas de riesgo en los créditos soberanos y datos de comercio internacional. Herramientas como los índices de estrés geopolítico o los precios de fletes marítimos pueden dar pistas tempranas.
La estrategia de asignación depende enteramente del perfil de riesgo. Para el inversor conservador, una cartera defensiva podría incluir un 30% en estos instrumentos no convencionales, diversificados entre los cinco tipos. Para un perfil más agresivo, la asignación podría subir al 50%, siempre y cuando se comprenda la liquidez y los riesgos específicos de cada vehículo.
La historia financiera nos enseña que los refugios de capital más efectivos suelen ser los menos obvios. En un mundo interconectado, la neutralidad, la utilidad crítica y la esencialidad física se convierten en las nuevas monedas de la seguridad. No se trata de predecir el próximo conflicto, sino de estar preparado para la próxima tormenta. La preservación del capital, al final, es la forma más inteligente de ganar.